sábado, 27 de agosto de 2011

SIGLO XIX: VIDA CAMPESINA Y SOCIEDAD AGRARIA Para recuperar la memoria

SIGLO XIX: VIDA CAMPESINA Y SOCIEDAD AGRARIA
Para recuperar la memoria
El cauce del río Rocha era la avenida Diagonal (hoy Salamanca) y sus aguas regaban a su paso las huertas de Peras Calle; se desviaba por la calle Lanza hacia la calle Calama, y desembocaba en el río Tamborada.
La calle Sucre se llamaba Calle de Los Ricos, la describe Aguirre en Juan de la Rosa, y llevaba a los fundos de Francisco de Viedma; la casa de hacienda albergó al hospital del mismo nombre. Hacia el sur, eran paralelas la calle Argentina (hoy Jordán), Chile (hoy Calama, desde la Guerra del Pacífico), Paraguay (hoy Ladislao Cabrera) y Uruguay.
La calle Esteban Arze se llamaba Calle de San Juan de Dios. Hacia el este, eran paralelas la 25 de mayo, antes Calle Prado o Calle de Santa Clara, que sólo tenía 2 cuadras, porque partía de la Plaza Colón y chocaba con el Convento de Santa Clara en la calle Colombia, que se extendía de la San Martín a la España, rodeado de altos murallones. Luego seguía la Calle de las Capuchinas (hoy San Martín), donde remataba la ciudad.
La Nataniel Aguirre se llamaba Calle Comercio. Le seguían al oeste la Ayacucho y la Junín. La calle Santiváñez se llamaba Calle de Santo Domingo. La calle General Achá se llamaba Calle de la Compañía. Le seguía la calle Perú, la Colombia y la Ecuador. La calle España, calle del Teatro, tenía sólo seis cuadras y chocaba a la altura de la actual Plazuela Barba de Padilla con la propiedad de los Rodríguez. Cuentan que ellos cedieron espacio al municipio para abrir la calle España hasta su conjunción con el Paseo del Prado (entonces Alameda), y que se ganaron la reprimenda de los vecinos por esta actitud en beneficio del progreso. En esa casa vivió el entonces oficial Néstor Paz Galarza, destinado a la Escuela de Armas, y allí nació su hijo Jaime Paz Zamora, más tarde Presidente de la República.
La Avenida Salamanca se llamó un tiempo Diagonal. La abrió el Alcalde Municipal Luis Felipe Guzmán Araujo, valeroso vecino de Santiváñez (antes Carasa), descendiente de Bartolomé Guzmán, héroe del 14 de septiembre de 1810. La Plaza Constitución lleva ese nombre en homenaje a la Constitución del 31, que incluyó la Autonomía Universitaria, promulgada bajo el gobierno del Gral. Carlos Blanco Galindo.
Piletas públicas había en los cuatro frentes de la Plaza, en Caracota y en la Bolívar y Lanza, en el patio trasero del Colegio Nacional Sucre.
La Villa de Oropesa terminaba al este en una senda estrecha, la Calle de las Capuchinas (hoy avenida San Martín), que se desviaba hacia Sacaba y se convertía en el Callejón del Diablo, hoy Pasaje San Rafael, y llevaba a Pampa Pila, un sitio para recibir agua. Era el camino de salida hacia el Chapare, por donde transitaban recuas de animales de carga, recinto de chicherías famosas y probablemente la cuna del célebre silpancho. Hoy todavía se saborea un ejemplar delicioso sobre la calle Lanza, en una casa que probablemente formaba parte de la Calle del Diablo. Otros silpanchos famosos eran los que servían las hermanas Hilera; su hermano David tocaba la concertina. Atendían en la Santiváñez final.
El silpancho se llamó inicialmente calle bisté, era un trozo de carne de res apanada y extendida en toda la latitud del hambre. Don Armando Montenegro recordaba que los mejores calle bistés los servía Doña Dominga en la calle Sucre, cerca a la Plaza Principal a 20 centavos; en tanto que en el Choringal, en Caracota, costaban 10 centavos. Hasta los años 50 se servían en hojas de repollo, luego sustituidas por papel periódico. Tendría que pasar medio siglo para que el ingenio criollo inventara el Trancapecho, y en el afán de modernizar y amestizar nuestras costumbres, quizá pronto podamos disfrutar de una deliciosa Trancapizza.
A fines del siglo XIX se destacaron como guitarristas: Pablo Céspedes, Rodolfo Montenegro, César Macario Ochavez y José Manuel Dávalos. Entre 1910 y 1920 “aparece Adolfo Padilla, costumbrista del rasgueo, en el que muestra su notable digitación con balanceado estilo de ambas manos. Y Ernesto Matienzo, recio y fuerte; David Paz Méndez, puro y dulce y Pedro Butrón, más compositor que ejecutante y autor con brillo del vals hondamente boliviano titulado “La Kantuta”. Y más tarde, Valentín Clavijo, Teodolindo Trigo, Alfonso Morales, Gerardo López, David Milán y Armando Montenegro. Ocampo: “Es uno de los más eximios guitarristas bolivianos con soltura y señorío. Su admirable digitación, su fina sensibilidad y su personalidad artística cautivan al auditorio.” También Humberto Pol, Jorge Talamaz (oriental) y Hugo Barrancos (vallegrandino).De 17 a 7 años, “Pichones de fino plumón”: Sarita Milán, Gonzalo Peinado Terán, Roberto Moscoso Blanco, Germán Gamarra, Ricardo Terán, Silvia Villarroel Vargas, Silvana Roth, Marlene Fernandez, Margarita Blanco, Gloria Pascheider Estrada, Vilma Grandiller Morales y Alberto Sanjinés Unzueta “7 años, pequeño genio y una esperanza artística para Bolivia.” (1970).
El Capitán Desiderio Rocha fue uno de 4 hermanos, todos muertos en combate durante la Guerra del Chaco. Murió el 20 de mayo de 1934. Tuvo honrosa participación en la batalla de Conchitas, donde las ametralladoras bolivianas dispararon casi 2 millones de cartuchos. Dicen que Desiderio tocaba la Llamada de ordenanza de los Colorados de Bolivia en ametralladora pesada.
Su ayudante o asistente, cliceño Aurelio Crespo se quejó alguna vez: ¿Cuándo retornaremos a Cochabamba? ¿Cuándo saldremos de este infierno? El capitán Rocha le contestó: No te preocupes, vivo o muerto te voy a sacar del Chaco. Y murió a poco. Un avión trasladó sus restos a Cochabamba. Lo acompañó Aurelio Crespo. Así “muerto” lo sacó a Crespo del infierno de la guerra.
Un chiste corriente en 1910 decía lo siguiente: le preguntaron a una bella señorita si había visto el Cometa Halley, que pasó ese año por el firmamento, y la niña contestó: “No lo vi porque estaba en Oruro.”
Las chicherías tenían armonio y tablado para el zapateo, como la Chichería La Parisién. El taller Las Tullerías. La herrería del Sascarrucho, frente al antiguo Cine Rex (calle General Achá, primera cuadra).
En 1917, el aviador chileno Page hizo piruetas aéreas sobre la Laguna Alalay. El legendario piloto Juan Mendoza solía planear y aterrizar en las pampas de Jayhuayco. Lo acompañaban Luis Castel Quiroga o la intrépida Adela Etienne.
En 1914, la Policía tenía una mascota. Era un cóndor que deambulaba por la Plaza 14 de Septiembre. Un día se encaramó junto al cóndor de la Columna de la Independencia. Quizá el Turista Torrico sacó una foto de ese acontecimiento. Tenía la penosa costumbre de echar de un empellón a los niños a la calzada. Fue sentenciado a muerte y fusilado en el canchón de la Policía como un camarada. Cumplió su último deseo, un generoso bocado de carne.
El Gordo Sanjinés era el viejo maquinista del tren al Valle y a Quillacollo (1916-20). La locomotora funcionaba a leña, pero en 1918 hubo tal plaga de langostas que se usaron millones de ellas como combustible. El Prefecto General Zenón Cossío envió una circular por telegrama: “Ante peligrosa invasión langostas tome medidas e informe”. Y le contestaron: “Medidas fueron tomadas. Stop. Unas langostas miden 6 centímetros y otras 8”. Otro persona en 1915 era el Tata Lui, don Luis Osinaga, conductor del carro fúnebre municipal. Dicen que solía saludar ruidosamente a sus conocidos por más que encabezara un entierro. Era agente de una vieja prestamista, y una de las víctimas era empleado municipal y se llamaba Raúl. Se toparon en la Calle Comercio y el Tata Lui, que asistía a un entierro, le dijo: Don Raúl, ya no se preocupe. ¡La estoy llevando!

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