sábado, 27 de agosto de 2011

El Campo Ferial de Cochabamba

El Campo Ferial de Cochabamba

El Cronista de la Ciudad conversó con Hugo Galindo, Roberto Peña y Alfonso Rojas Moncayo sobre los orígenes de nuestra Feria Internacional, hoy a cargo de FEICOBOL, que se remontan al año 1973.
En 1973 se había creado el Comité Impulsor del Cuarto Centenario de la Fundación de Cochabamba (1974) como un organismo cívico que proponía un programa de festejos, e incluía la Comisión de Cultura, que había elaborado un proyecto de Feria Cultural. Paralelamente, se tenía la experiencia de la Feria Internacional de Santa Cruz, que ya era una institución, y Cochabamba acariciaba la idea de organizar un evento similar.

Rojas Moncayo había llegado a Cochabamba para entregar reconocimientos expedidos por la Feria de Santa Cruz para empresas locales, y cuando visitó Dillmann, su gerente, Roberto Peña, le propuso participar en la creación de la Feria Internacional de Cochabamba. Peña acababa de llegar de Monterrey, donde había concluido sus estudios universitarios y era un empresario joven junto a otros empresarios plenos de dinamismo, como Hugo Galindo, Raúl Artero, Juan Luxen Gumucio, René Olmedo, don Javier Rodríguez, Hugo Bilbao La Vieja, Presidente cívico, el Alcalde Humberto Coronel Rivas y varios otros.

Rojas Moncayo había trabajado en la organización de la Feria de Santa Cruz desde 1966, junto a Ivo Branjican, Presidente del Comité de Ferias de Santa Cruz, Osvaldo Gutiérrez, integrante del Comité de Ferias y Juan Franco Suárez, Presidente del Comité Cívico Pro-Santa Cruz. Ellos lo habían invitado para trabajar junto al gerente Fausto Medrano, fallecido en accidente, y David Terceros Banzer, ex Rector de la Universidad Gabriel René Moreno; un grupo magnífico, pionero y con espíritu para grandes emprendimientos, pues habían comenzado organizando ferias para la Facultad de Veterinaria, según recuerda Rojas Moncayo.

En Cochabamba, el Comité Pro Cuarto Centenario había creado el Subcomité de Ferias, presidido por Roberto Peña, que encargó un estudio de factibilidad al economista Guido Céspedes Argandoña, perteneciente al staff de Dillmann.

Roberto Peña y Alfonso Rojas Moncayo eran miembros de la Cámara Junior y representantes ante la Junta de la Comunidad, JUNCO, que se encontraba en plena organización para impulsar el desarrollo económico de la región. El Ing. René Olmedo apoyó el proyecto en JUNCO y entonces se creó el Subcomité de Ferias con apoyo del Municipio. En este proceso, fue decisivo el apoyo de tres alcaldes sucesivos: Aniceto Ríos, fundador del Comité impulsor del Cuarto Centenario, Carlos Saravia Goitia y Humberto Coronel Rivas.

La inquietud de los empresarios cochabambinos, particularmente de Roberto Peña y Hugo Galindo, consiguió que la Federación Departamental de Empresarios Privados decidiera llevar adelante la organización de la Feria y se comprometiera ante el Comité Impulsor. Para consolidar el proyecto, los empresarios consiguieron la colaboración de don Alfonso Rojas Moncayo, quien sería gerente general de la Feria Internacional de Cochabamba en su primera versión.

Alfonso Rojas Moncayo recuerda que, una vez echada la suerte y tomada la decisión de organizar la Feria para el año 1974, el reto se convirtió en una pesadilla. Primero, había que decidir en qué predio se establecería el campo ferial, y luego había que presupuestar la implementación y conseguir el financiamiento para ese fin. Como es de suponer, cumplida su misión se disolvió el Comité Impulsor de la celebración del Cuarto Centenario y el Subcomité impulsor se transformó en Comité, bajo la presidencia de Roberto Peña. En febrero de 1974, la Federación de Empresarios suscribió con el Comité el acuerdo para la organización de la Primera Feria. Sin embargo, el proceso de negociación estuvo lleno de dudas y desconfianza, al punto que JUNCO tuvo que declarar estado de emergencia para presionar al Ejecutivo a que otorgue el aval para el crédito externo y la asignación del Banco del Estado, presupuesto que ascendía a unos 450.000 dólares.

UBICACIÓN DEL CAMPO FERIAL

Alfonso Rojas Moncayo recuerda los inicios del difícil cometido de encontrar un predio para instalar el Campo Ferial. Ya a principios de 1970, siendo Presidente de CORDECO don Luis Calvo Soux, se había planificado una Feria Internacional en el Campo Alalay, no obstante la aridez de su suelo salitroso, con pocas especies forestales.

Se contó en principio con algunos asesores pertenecientes a CORDECO. Había muchas opciones: en principio, parecía apropiado el actual Parque Vial (la av. Ramón Rivero todavía no estaba del todo asfaltada), pero por su pequeña extensión, no tenía futuro y fue descartado. Se interesaron en el actual Parque Excombatientes y en el Hipódromo, pero tenían las mismas dificultades de expansión. Se pensó en unos predios ubicados en El Paso, y no se llegaba a ningún acuerdo. Con el apoyo de Líneas Aéreas Canedo, se sobrevoló varias veces el valle para hallar la ubicación ideal, y entonces el Comité contó con el apoyo decidido de la Consulesa del Brasil, doña María Ignes de Azero, quien hizo la conexión con el número uno de la Feria de Sao Paulo (Sao Paulo FOC), don Luiz Otavio Temudo. Con su asesoramiento, se escogió la orilla sur de la laguna Alalay, un sitio que ya había sido considerado por el Comité de Obras Públicas (antecesor de la Corporación de Desarrollo de Cochabamba, CORDECO), presidido por el Ing. Luis Calvo Soux una década antes.

Sin embargo, lo que es hoy el Campo Ferial tenía varios inconvenientes. En principio, la aridez de su suelo salitroso, con pocas especies forestales; luego, la necesidad adicional de preservar el espejo de la Laguna, construir y mantener el circuito para así embellecer las montañas circundantes. No había camino de acceso, y los campesinos, que tenían algún ganado lechero en el lugar, se oponían a la construcción de la Feria incluso con tiros de escopeta. La familia Salazar era propietaria de una extensión grande entre las serranías de San Pedro y el Ticti, como 200 hectáreas que incluían el actual campo ferial. Alfonso Rojas Moncayo observó que, en contraste, la Alcaldía de Santa Cruz había otorgado todas las facilidades a la expansión de FEXPOCRUZ, impidiendo la edificación de urbanizaciones a su alrededor.

Don Alfonso recuerda una escena que ilustra las dificultades de la época: él y Roberto Peña, sentados en un hoyo del actual campo ferial, hostigados por los campesinos, midiendo la enormidad de sus pretensiones y sin hallarles salida.

Sin embargo, gracias a la actitud del Dr. Osvaldo Bayá, abogado de la familia Salazar, el asunto se solucionó. Don Hugo Galindo propuso negociar la donación de 10 hectáreas argumentando la revalorización que la construcción del Campo Ferial iba a generar en la zona. Un día en que se reunía el Comité Impulsor en la Alcaldía, don Juan Salazar y el Dr. Bayá pidieron audiencia y anunciaron su decisión de donar 10 hectáreas para el campo ferial. Fue un momento muy emotivo, pues comenzaba a concretarse el acariciado proyecto. Se observó que esa extensión era insuficiente, y el Alcalde tomó la decisión de expropiar 5 hectáreas adicionales, a las cuales se agregó 1.5 ha para construir el camino de acceso y un terraplén para contener las aguas de la Laguna. De ese modo se consolidaron las actuales 16.5 hectáreas de nuestro Campo Ferial.

FINANCIAMIENTO

Don Hugo Galindo recuerda que, en un viaje a Buenos Aires con motivos particulares, tomó contacto con el señor Novic Savelon, representante de NOVINSA, quien tenía amplia experiencia en la construcción y la organización de ferias. El Estado argentino impulsaba un fomento decidido a las exportaciones, con financiamiento blando para las exportaciones no tradicionales y otras ventajas para los exportadores, y NOVINSA era una institución asesora de eventos como la Feria de Palermo. José Novic Savelón ofreció construir nuestro Campo Ferial en paquete completo, es decir, bajo el sistema “llave en mano”.

Roberto Peña aclara que la idea de organizar la Feria pertenecía a un conjunto de ciudadanos, pero comenzó a hacerse realidad cuando la Federación de Empresarios la asumió como una iniciativa institucional. Los pioneros se involucraron el proyecto sin medir el tamaño y las dificultades que enfrentarían. Roberto Peña dejó la gerencia de Dillmann para asumir el reto y entonces se vio la necesidad de contratar a Alfonso Rojas Moncayo, por entonces organizador de EXPOCRUZ, con varios años de experiencia. Hay que recordar que el Comité impulsor funcionaba con oficina y mobiliario prestados por el Dr. Enrique Levy Meruvia, en el edificio de la Cámara Departamental de Comercio, y se sostenía con el aporte voluntario de algunos empresarios, que no cubría sueldos ni menos viáticos, de modo que los contactos nacionales e internacionales se hacían con fondos privados de cada uno de los voluntarios.

El paquete completo ofrecido por NOVINSA incluía dos galpones o tinglados parabólicos, que aún existen; energía, iluminación, sonido, redes de agua, baterías de baño y, en general, obras completas de infraestructura. Preveía la subcontratación de un restaurante. El presupuesto del paquete completo ascendía a 250.000 dólares, a los cuales debían añadirse otros gastos que daban un presupuesto total de 386.000 dólares. La Empresa Constructura Olmedo inició su asesoramiento y el Comité inició negociaciones para obtener un crédito blando a 8 años y medio de plazo, con un interés anual bajo; pero surgió el problema del aval bancario. El proyecto era rentable, sustentable, pero, conforma a la Ley de Bancos y Entidades Financieras, se precisaba una garantía colateral, y el Comité sólo tenía el predio, cuyo valor comercial ascendía a unos 20.000 dólares, que significaban para entonces una gran donación, pero igual no servía de garantía. Aquí hay que destacar la actitud del Alcalde, don Humberto Coronel Rivas, que al mismo tiempo era Vicepresidente de la Federación de Empresarios y conocía el proyecto, y lo apoyó decididamente abriendo una carta de crédito en el Banco del Estado por la cual la Alcaldía, que sí era sujeto de crédito, consiguió el aval del Banco Central para obtener el financiamiento. De ese modo la Alcaldía de Cochabamba es hoy propietaria del Campo Ferial de Alalay.

GESTIONES BANCARIAS

El Comité impulsor, con el apoyo de la Alcaldía de Cochabamba, contrató dos créditos que tramitó don Raúl Peña, tío de Roberto Peña, ante el Banco Nación Argentina y el Banco del Estado para iniciar obras. El Gobierno central no aportó fondos, pero el proyecto tuvo en todo momento el apoyo decidido del alcalde Humberto Coronel Rivas. Luego, la Alcaldía honró los créditos en un plazo de 8 años con el producto de la Feria. Entretanto, el Subcomité recibió tres donaciones: de la Alcaldía, del Prefecto Milivoy Eterovic y de la Dirección Departamental de Agricultura, en total unos 4.000 dólares como capital de arranque.

Entre las anécdotas, los pioneros recuerdan que, en pleno estado de emergencia decretado por JUNCO, el Gobierno había citado a los dirigentes de la Junta y del Subcomité a una reunión en La Paz, pues argumentaba que el proyecto no era factible y terminaría en frustración y derroche. Luego de cinco horas de espera en el Salón de los Espejos, el Presidente Banzer comunicó que el proyecto había sido aprobado, aunque lamentaba las presiones, y que esperaba resultado positivo pues a nadie le caería bien una frustración. Al final, él mismo inauguró la Feria en octubre y felicitó a los organizadores.

Fernando Cabrerizo, por entonces Oficial Mayor de Cultura, tenía una sobrina que trabajaba en la Casa Militar, en el Palacio Quemado; en un papel membretado que ella consiguió redactó el decreto el Dr. Hugo Bilbao La Vieja, otro impulsor del proyecto. El decreto ordenaba la transferencia del crédito puente otorgado por el Banco del Estado a la Alcaldía de Cochabamba, con destino a la construcción de la Feria Internacional. El alcalde Coronel Rivas lo hizo firmar buscando por separado a los 16 ministros, y sólo entonces buscó al Presidente Banzer para obtener su firma. Banzer se preguntaba cuándo se había discutido el asunto, pero acabó firmando el decreto que otorgaba la anuencia oficial para el inicio de obras. Aun así, hubo que esperar que el decreto fuera hecho público por la Gaceta Oficial. Una vez más, el Estado central hurtaba su concurso de un proyecto regional, igual que había procedido antes con la Feria de Santa Cruz, cuya construcción la hizo el Comité de Obras Públicas, sin ayuda oficial. Una vez más, la iniciativa privada conseguía cristalizar un proyecto largamente acariciado por industriales y comerciantes cochabambinos.

LA CONSTRUCCIÓN DEL CAMPO FERIAL

Alfonso Rojas Moncayo recuerda a 1974 como un año terrible, pues las obras comenzaron en marzo y debían fatalmente concluir en octubre. “No hubo otro caso, recuerda, de 9 empresas trabajando simultáneamente, con 600 personas que se movían como hormigas en lo que iba a ser el Campo Ferial.”

El paso siguiente fue la importación de toda la planta ferial de Argentina. El gestor de la importación fue el empresario argentino don José Savelón, y consistió en dos pabellones que actualmente existen, con cables subterráneos instalados por primera vez en el país. Fue asimismo la primera vez que se aplicó iluminación a gas mercurial. Entre los empresarios que destacaron por su apoyo generoso y sin condiciones, los pioneros recuerdan a don Raúl Artero, propietario de FEMCO, que se encargó de la iluminación.

Rojas Moncayo recuerda que no había condiciones de trabajo, pues el agua potable había que llevar desde la ciudad, y se trabajaba en tres puntas, alumbrándose de noche con mecheros y lámparas.

La vía de acceso era el problema siguiente, pues sólo llegaba al Country Club y faltaba trazarla y asfaltarla en todo el actual Circuito Alalay, para permitir un acceso fluido al Campo Ferial. Pero una circunstancia propicia se añadió a otras casualidades: según recuerda Rojas Moncayo, la Empresa Bartos había adquirido maquinaria que debía cumplir cierto recorrido para cumplir los requisitos exigidos por el Seguro; de esta manera, los ejecutivos de la constructora accedieron a construir gratuitamente el circuito, y el Alcalde Carlos Saravia Goitia pagó el combustible y los salarios de los operadores. El circuito era un camino ripiado que había que regar constantemente para que los vehículos no levantaran polvo, y así se conservó por muchos años hasta que fue asfaltado.

La construcción del Campo Ferial fue una auténtica epopeya que demandó jornadas redobladas de trabajo y la inquietud constante de no poder construir un sueño tan acariciado en un plazo tan corto.

Faltando días para la inauguración, no se habían instalado las luminarias; esos y otros detalles obligaban a la postergación del evento. El tendido del cableado eléctrico estuvo a cargo de don Federico Diez de Medina, en un plazo impostergable de 215 días, con la colaboración estrecha de personal de ENDE. Para Todos Santos se encendió la luz de la Feria, tres días antes de su inauguración, en medio de un grito de gerentes, técnicos y trabajadores como si Wilstermann hubiera metido un gol, según recuerda Rojas Moncayo, quien asimismo destaca el gran impulso que dieron al proyecto don Humberto Coronel Rivas y Fernando Cabrerizo Ríos. El trabajo de las nueve empresas constructoras, que apoyaban con sus propios recursos en la edificación de obras anteriores y posteriores a la Primera Feria, contó con la supervisión de don Federico Almaraz, quien trabajaba las 24 horas. De este modo, gracias al tesón de los fundadores, la Feria se inauguró con todo éxito en noviembre de 1974.

La Feria ha marchado desde entonces en continuo ascenso, con una plataforma de negociaciones comerciales e industriales cada vez más sólida, con una infraestructura amplia y cómoda y con una avenida de acceso debidamente asfaltada.

Hoy la Feria es el reloj económico y financiero del Departamento, un reloj que acelera su ritmo en cada edición y expresa en su conteo la pujanza y el emprendimiento de los empresarios cochabambinos.

Hugo Galindo, Roberto Peña y Alfonso Rojas Moncayo, estos venerables ciudadanos cochabambinos, recordaron con entusiasmo de estudiantes las peripecias que rodearon la concepción, creación y consolidación de nuestra Feria Internacional.

Varios fotógrafos, entre ellos Julia Vargas, Raúl Ugarte y Rafael Balderrama, documentaron esos esfuerzos que hoy ilustran la presente Memoria de 25 años de esfuerzo empresarial y municipal para sostener la Feria Internacional de Cochabamba y promocionar el desarrollo regional, misión que actualmente está a cargo de FEICOBOL.

El lado humano de este proceso lo dieron los mineros rentistas asentados en el Barrio Minero Alalay, que colinda con el Campo Ferial. para conseguir acceso a su urbanización. En reconocimiento, que administren el estacionamiento vehicular externo. Obtuvieron importantes ingresos, obras de alcantarillado, iluminación y refacciones en el Barrio Minero de Alalay.
Conscientes de la valorización de sus viviendas por la apertura del camino de acceso a su urbanización, hicieron una colecta y entregaron una contribución de 500 dólares para ese fin. En respuesta, según recuerda Rojas Moncayo, se les otorgó la administración del parqueo vehicular externo, que les permitió obtener importantes ingresos destinados a construir obras de alcantarillado, iluminación y refacciones en el Barrio Minero de Alalay.

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