sábado, 27 de agosto de 2011

La fundación de ELFEC

La fundación de ELFEC
El siglo XX y las corrientes liberales trajeron a Cochabamba la ideología del progreso, que pugnaba por imponerse en medio del clericalismo más conservador, el fruto más conspicuo de la pax colonial que había vivido la vieja Villa de Oropesa desde su fundación hasta bien entrada la República. La jerarquía de la Iglesia tenía una extensa red de relaciones sociales cuya cabeza visible era el ex Presidente Mariano Baptista Caserta, gran orador y acaso única mentalidad del viejo Partido Conservador, pues los Presidentes Arce y Pacheco eran ricos mineros, pero no habían elaborado un ideario como el que enunciaba Baptista en sus vibrantes discursos. ¡No en vano le decían Mago!
La ideología del progreso quería superar el lastre colonial con sus calles mortecinas, alumbradas por “luz a sebo” y sólo en las noches sin luna, que no habían cambiado desde la fundación de la República. Es útil revisar el periódico El Cóndor de Bolivia, durante la Presidencia del Mariscal Sucre, para medir sus afanes con motivo de la celebración del primer aniversario de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1825, en presencia del Libertador, que había llegado a la nueva República Bolìvar en septiembre. Bolívar decretó que los festejos de la Batalla fueran solemnes y se realizaran en toda la República, pero apenas se conmemoró una fecha tan importante en su primer aniversario, y luego pasó hasta hoy al olvido. Sucre se preocupaba con los aprestos del banquete oficial y el alumbrado público, inmerso en la polémica de entonces sobre si era mejor la luz a sebo o un nuevo combustible que generaba discusión entre los entendidos: el aceite de ricino, llamado también aceite de castor (castor oil), cuya aplicación conocida desde los Faraones de Egipto era la de purgante.
La Paz tenía alumbrado público a gas desde 1888, pero Cochabamba nunca hizo ese intento. Aquel año se creó la empresa “Alumbrado Eléctrico y Aguas Potables”, con electricidad que se generaría en la Laguna San Juan, Cordillera del Tunari, pero no prosperó. En noviembre de 1902 llegó a Cochabamba el biógrafo Hellec, antecedente del cinema, pero tenía que transportar su generador de electricidad a lomo de mula.
Los jóvenes creían en el progreso y lograron imponerse con la creación de la Sociedad de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba (ELFEC) en 1908. Hay testimonios orales de la cólera de los antiguos fabricantes de velas, que habrían echado sebos y espermas en la Plaza 14 de Septiembre en señal de protesta; pero nada detendría a los pioneros de la modernización del país y de nuestra villa, porque se trataba de una oferta de servicios a un mercado seguro y al abrigo de las fluctuaciones de la oferta y la demanda o de la competencia desleal del contrabando. Además, la convocatoria inicial había conmovido a los empresarios más prósperos, encabezados nada menos que por Simón I. Patiño, de modo que en 1939 ya controlaba el 60 por ciento de las acciones mientras tres bancos tenían el 18 por ciento del paquete accionario y el resto de los socios se repartía el 22 por ciento restante.
Un alarde de modernidad realzó las fiestas del Centenario de la República iluminando como jamás antes se había visto la Plaza 14 de Septiembre. Uno imagina la sensación de gozo que debieron sentir Adela Zamudio, Man Cesped y Cesáreo Capriles, que cultivaban una vieja amistad y compartían ideales y sueños de progreso. Precisamente el sobrino de doña Adela, Rodolfo Torrico Zamudio, inmortalizó esa noche de regocijo con su infaltable cámara Zeiss.
El origen social de los primeros 50 accionistas estaba muy enraizado en las familias tradicionales de Cochabamba, siendo los diez primeros Simón I. Patiño, Luis Sierra Galvarro, Alberto Wunsch, José Antonio Quiroga, Alicia D’Arlach viuda de Blanco Galindo, José Espada, Rafael Urquidi, Federico Rocha, Ricardo Ayala y Elena Santa Cruz de Quiroga, el primero con 30.006 y la última con 200 acciones.
La prensa de la época destacó la suscripción inicial de 17 mil acciones de 50 bolivianos cada una, que fueron adquiridas por prestigiosos vecinos de la élite cochabambina. Uno de ellos es Rafael Urquidi, pionero de la modernización de Cochabamba, cuyo busto permanece por casi un siglo en la Avenida Heroínas frente a la antigua y tradicional ubicación de las oficinas de ELFEC. Otros vecinos citados por la prensa son: Mariano Reynolds, María Jesús Adriázola, Israel Anayua, Ernesto Galindo, José Reza, Teodosia Sainz, Antonio Cossío y Enrique Fieberg, maestro cervecero de la Taquiña, los cuales conformaron el primer directorio.
La medida clave fue la compra de la finca Chocaya, que tenía un salto de agua, y la importación de 3.000 quintales de maquinaria y material eléctrico, que consistían básicamente de 2 turbinas de 300 caballos de vapor, que generarían 200 KWA gracias a la caída de agua de 80 metros. El compromiso inicial de dar electricidad a Cochabamba el 6 de agosto de aquel año fue pospuesto para el 14 de septiembre, por la época de lluvias, y la maquinaria fue transportada por “Carretera Tunari”; fue instalada por Francisco Zangle y Ricardo Cox y el tendido de 18 kilómetros de línea a Cochabamba lo realizó Félix Sánchez de Lozada.
De este modo, a las 19:00 de aquel 14 de septiembre de 1908, una muchedumbre de 15.000 personas ganó la plaza y vio la luz a las 20:30 en medio de dianas y hurras. Una banda de música interpretó el Himno Nacional, La Marsellesa y el Himno a Cochabamba, y la Sociedad Calatayud hizo una Guardia de Honor ante la Columna de Septiembre, debidamente adornada con focos. A las 22:00 cesó la iluminación debido a una tempestad desatada en las alturas de Chocaya.
Para 1943, las acciones de Simón I. Patiño fueron controladas por el Municipio de Cochabamba (52%). Un año antes, la revolución de 1952 había inaugurado otros tiempos en los cuales las familias tradicionales ya no tenían la influencia de antes. En realidad, ya en 1941 Simón I. Patiño había transferido sus acciones de ELFEC a la Fundación Universitaria que llevaba su nombre, y dos años después, dicha Fundación las vendió a nuestro Municipio.
La energía eléctrica permitió el servicio de tranvía, también proporcionado por ELFEC, y ocasionó las protestas de los dueños de diligencias y otros medios de transporte de tracción animal, los cuales, según la tradición oral, organizaron una pintoresca manifestación de protesta en la Plaza 14 de Septiembre concentrando en sus jardines numerosos mulos arrieros, que no tuvieron el menor escrúpulo de dejar en la augusta Plaza sus huellas digestivas.
Eran los tiempos de la electricidad, del tranvía, del teléfono y del automóvil, que muy pronto sacudieron la modorra de nuestro campanario.
La Sociedad de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba inició sus actividades el 14 de septiembre de 1908. La ciudad no tenía más de 35.000 habitantes, pero sus élites –liberales, republicanos y católicos—se unieron contra el centralismo de La Paz y el argumento manido en la época de que retardaban la conexión del valle con la red de ferrocarriles. Uno de los frutos fue la creación de la nueva sociedad, que satisfacía un anhelo prolongado desde 1888. Era el modernismo que se levantaba contra la herencia hispana e indígena, que nos ataba al pasado; el afán de importar máquinas de vapor, electricidad, telefonía y ferrocarriles para desarrollar la minería y la industria y convertir a la Cochabamba agrícola en una sociedad moderna.
La política librecambista impuesta por el liberalismo en el poder había liquidado las artesanías y la agricultura locales, que no podían competir con la libre importación de alcoholes, azúcar, harina y otros productos chilenos y peruanos.
Los hacendados cochabambinos pensaron entonces abrir nuevos mercados en el Oriente del país, aprovechando el auge del caucho. Así se fundaron la cervecería Taquiña (1893-1895) y la Cervecería Colón (1898-1900) y se fabricó alcohol de maíz, mientras la población sin recursos emigraba a trabajar en las salitreras chilenas o en las minas bolivianas de estaño.
Había un anhelo de superar la sociedad señorial “basada en la fuerza del indio y la paciencia del borrico”, como dijo el munícipe Simón López en 1915. A principios del siglo XX, Cochabamba no tenía más de 25.000 habitantes y carecía de alcantarillado, agua domiciliaria, transporte colectivo, teléfonos y electricidad. Pero ya se iniciaba la era del estaño y se abrían otros tiempos.
De este modo, la Sociedad Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba se creó por escritura de 18 de marzo de 1908 y se fijó como objetivos el alumbrado público, la instalación de tranvías y molinos y la fabricación de ladrillos y tejas. El ferrocarril llegaría a Cochabamba en junio de 1917.

No hay comentarios:

Publicar un comentario