jueves, 30 de septiembre de 2010

EL INGENIO DE ARMANDO ANTEZANA

EL INGENIO DE ARMANDO ANTEZANA

“EL TORNILLO”Y LA MESA DE LA NOBLEZA

Doña Amalia Cortés de Delgadillo era una ilustre dama chuquisaqueña que se vino a radicar en Cochabamba junto a su esposo, don Armando Delgadillo, profesor egresado de la vieja y benemérita Normal de Sucre. Doña Amalia decía que su mamita la había bendecido y por eso cocinaba bien, pues cierta vez se había demorado toda la mañana curando la cabeza con una comadre suya, y cuando retornaba alarmada a casa, sabiendo lo que le esperaba si no cocinaba algún plato suculento y una buena llajua para su exigente marido, resulta que Amalita, que tenía sólo 11 años, ya había hecho un ajicito de sesos y una llajua con una buena provisión de suico, manjares que fueron del agrado del padrastro. Entonces la mamá de Amalia la bendijo y la consagró como cultora del noble arte de la cocina chuquisaqueña.

Así se vino y puso una pequeña tienda y trastienda en la calle Antezana casi República, cuyo único letrero era un loro que anunciaba la llegada del periódico: ¡Papito, Los Tiempos!, le gritaba a don Armando. Allí había una mesa larga que presidía el Gordo Ja Ja. Se llamaba La Mesa de la Nobleza, porque cada comensal que llegaba invitaba un par de cervezas y el siguiente, a la voz de “Nobleza obliga”, hacía lo mismo. De este modo, al filo del mediodía, habíamos repasado todos los chistes y bromas habidos y por haber, y esperábamos la hora del almuerzo de muy buen humor.

De allí “El Tornillo” emigró a un local amplio, con salidas a la Esteban Arze sud y la Ayacucho, frente a la Terminal. Luego doña Amalia pasó a mejor vida y el sueño se acabó. Sin embargo, Javier Antezana rescató para “La Casa del Gordo” a Anita, quien aprendió y afinó sus habilidades culinarias trabajando con doña Amalia.

FALSA INUNDACIÓN

Eran los tiempos románticos del periodismo, cuando debíamos amanecernos para armar nuestros suplementos, en mi caso, el “Viernes de Soltero”. Andábamos en esos afanes cuando recibimos una llamada urgente del Gordo. Carlitos Heredia, gran director de revistas, y Alfredo Medrano, fino periodista y escritor, eran de la partida. Había llovido fuerte y el Gordo pedía socorro: decía que su horno se había inundado y si no podíamos llevar una brigada de auxilio provista de baldes. Nos fuimos de inmediato con los muchachos del taller. Llegamos y entramos como una brigada de bomberos dispuestos a luchar contra las fuerzas de la naturaleza. Había luz en el horno y eso nos facilitó dirigir nuestra vista al piso, a ver el nivel de las aguas; pero estaba completamente seco. Alzamos la vista y al fondo, sentado en su taburete de costumbre, el Gordo nos miraba socarrón, repulgando salteñas en columna, con ambas manos. Se rió en nuestras barbas como si cantara la Cueca de la Risa y blandió una botella de cerveza y un vaso que ocultaba debajo de la mesa. No había ninguna inundación; el horno funcionaba como de costumbre; Silverio, Gómez y todos los bravos salteñeros sonreían con la vista baja y el Gordo los presidía como un Obispo del Buen Humor. De inmediato nos invitó al comedor de diario, donde había unos suculentos lapping rociados con una docena de cervezas. Su explicación lo retrata de cuerpo entero: “Es que no quería comer solo, así que los llamé”.

Así era el Gordo Ja Ja, hombre de buen humor inagotable y de un ingenio que sacaba chispas a la paz de la aldea cochabambina.

EL CORO DEL GORDO

Armando era hombre excesivamente generoso. Había mandado construir un pahuichi frente al horno para recibir a los amigos que disfrutaban bandejas sucesivas de salteñas. De rato en rato aparecía el Gordo, vaso de cerveza en ristre, y ofrecía un brindis, luego alguna ocurrencia que nos hacía despanzar de risa y volvía al trabajo. En esos cálidos afanes pasábamos toda la mañana, que luego se prolongaría en una tertulia de todo el día.
Cierta vez me llama al horno y me dice muy serio: “Ustedes los intelectuales son llenos de prejuicios. ¿Tú crees que estos muchachos por ser salteñeros no son artistas? Te voy a demostrar que sí. Son muy buenos cantores. Te lo voy a demostrar”. Les hace una seña como director de coro, los divide en grupos de tenores, barítonos, bajos y sopranos y de pronto rita: ¡Tempe tempe! Y los muchachos contestan: ¡Ojetempe! El Gordo grita: ¡Lampi lampi! Y los muchachos: ¡Chupilampi! Naturalmente, voy a omitir la traducción.

DESAYUNO DE AVENA

Fui vecino del Gordo Ja Ja cerca de un año, y me había habituado a trotar muy temprano en la mañana hasta el Estadio, donde cumplía una rutina de ejercicios. El Gordo no me dejaba pasar, y una vez que me sorprendió escabulléndome por la acera de enfrente de la avenida me gritó: ¡Hipócrita! Le pregunté por qué y me dijo: “Porque trotas nada más para que te dé sed”. Así convinimos en que yo cumpliera mi rutina y luego retornara a desayunar con él un asado suculento, ornado de mote con queso derretido y seis cervezas.

Una mañana no lo vi y pregunté por él. Doña Margarita me hizo pasar al comedor de diario y me sirvió un tremendo plato de avena con leche, manjar para guaguas que mi hígado rechazaba, por supuesto. Sin embargo, me zampé calladito el platazo y por puro corcho le dije que estaba muy bueno. Doña Margarita se vengó sirviéndome un plato adicional. El Gordo había sido internado en una clínica, por un problema leve de salud, y era una forma simpática de tomar venganza de su compinche, que hasta ahora Doña Margarita festeja cuando la cuenta.

¿POR QUÉ EL NOMBRE DE GORDO JAJÁ?

Era uno de los primeros Festivales Lauro de la Canción, que sirvieron para promover a tantos artistas nacionales, y Armando debía ingresar al escenario, pero notó que la pieza de concurso que llevó no tenía pasta de ganadora. Entonces se le encendió el foquito y arrancó con un aire de cueca tradicional. Para sorpresa de todos, se puso a reír a carcajadas, pero sin fallar una sola nota musical. El estadio lleno se despanzó de risa y rugió al aplaudirlo, concediéndole el primer premio. Desde entonces, por su simpatía, se llamó El Gordo Ja Já.

RESCATE DE SU DISCO

Javier Antezana, a nombre de toda su familia, preparó esta edición de homenaje a su querido y recordado padre: el viejo extended play de la Cueca de la Risa, sello Lauro, ha sido digitalizado en los estudios de Carlitos Arroyo e Hijos. Es un obsequio para los amigos que incluye la presente biografía de Armando Antezana escrita por este servidor.


EPITAFIO


Allí en su tumba hay un epitafio que escribí de pura emoción. Algunos dicen que es un retrato certero del Gordo:


Aquí duerme
Tal vez no para siempre
La mano cálida y fraterna
El corazón abierto
Y el pecho hospitalario de
Armando Antezana Palacios.

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